Justificación
Para conocer el fondo de Heráclito, conforme a mi parecer, hay que enfrentarse a sus fragmentos pausadamente, deteniéndose en sus ideas y buscando, también en uno mismo, lo que el filósofo quería transmitir con su teoría general del cambio. Conciso y radical, a la vez que flexible y abarcador en sus conceptos, para comprender a Heráclito, quien tenía fama en la antigüedad por su oscuridad, debemos penetrar en su real significación, y en nosotros mismos. [7e]
Los fragmentos que nos han llegado vislumbran (o alumbran, en función del grado de empatía que nos inspiren sus ideas) una cosmovisión naturalista en la que Heráclito evidencia diversos conceptos metafóricos y alegóricos para facilitar la aprehensión de esta realidad por parte de los hombres.
Sorprende cómo describe, de forma tan comprehensiva, la estructura básica y el funcionamiento del mundo. Nos encontramos ante una explicación metafísica plausible que podemos circunscribir, en términos generales, al panteísmo -según el cual el universo, la naturaleza y dios son equivalentes; en este sentido, Heráclito advertirá en esta equivalencia tanto el elemento del fuego y el Logos como la unidad subyacente a todas las cosas-.
Mi aproximación a Heráclito la he emprendido, principalmente, a partir de la obra de Kirk et. al. (Los filósofos presocráticos. Historia crítica con selección de textos), si bien al final de mi trabajo hago constar la relación de referencias bibliográficas consultadas en la labor de ahondar en la figura y el pensamiento de Heráclito.
Siguiendo a Luis Alberto de Cuenca, he ahí un filósofo que puede y debe leerse como si fuese un poeta. Parto del hecho de que, en general, muchas investigaciones basan parte de su comentario en la discusión entre diversas y posibles traducciones y posibles interpretaciones que pueden darse respecto al autor en cuestión -ejercicio que favorece un abanico de puntos de vista desde los que conocerlo-; con el presente trabajo, sin embargo, no pretendo ofrecer la interpretación detallada que realizan otros autores sobre los fragmentos conservados, sino más bien indagar en su pensamiento (tanto global como específico) y entenderlo de una forma personal, para finalmente, poder describir sus ideas clave, tal y como las interpreto.
Vida y obra
A Heráclito lo situamos en el tránsito cronológico entre la cultura arcaica y la clásica, y en le eje geográfico entre Oriente y Occidente. [6] Natural de Éfeso, Heráclito se circunscribe a los pensadores jonios (primeros en intentar -de forma completamente racional, y no mitológica- describir la naturaleza del mundo). [7b]
Siguiendo al cronógrafo Apolodoro, Heráclito nació entre el 544 y el 541 a.C.; vivió en Éfeso y procedía de una familia aristocrática. Cabe mencionar, también, que, al parecer, no se llevó muy bien con sus conciudadanos (a los que colmó de improperios cuando expulsaron de la ciudad a su amigo Hermodoto), lo que concordaría con su difícil carácter y su posible misantropía. [7c][4][6]
Según Diógenes, Heráclito escribió un libro titulado Sobre la naturaleza, dividido en tres secciones: sobre el universo, la política y la teología. Sin embargo, esta división no la defienden autores como Diels, quien sostiene que simplemente adujo opiniones cuidadosamente formuladas.
Los fragmentos que se han conservado fueron más, en su mayor parte, apotegmas orales (dichos breves y sentenciosos; aforismos) que partes de un tratado discursivo, lo que concuerda con sus intenciones oraculares. Lo que ha llegado hasta nosotros de su doctrina se encuentra en forma fragmentaria y sus fuentes son citas, referencias y comentarios de otros autores. [7d]
"Citada de memoria los fragmentos [...] del filósofo liberándome acaso de su influjo obsesivo y electrizante por el procedimiento de convertirlo en algo propio, surgido de mis entretelas, manipulado en mi taller." [6b]
Relación con otros clásicos
Heráclito, como he dicho, tenía fama en la antigüedad por su oscuridad (debido a su estilo enigmático). Fue, sin duda, más metafísico que sus precursores jonios y se interesó, más que por el mecanismo del desarrollo y del cambio, por la realidad unificadora que les subyace. Encontramos referencias en Platón, aunque -como Aristóteles- presenta escasas citas directas, emitiendo en su lugar opiniones en ocasiones en tono humorístico e irónico. [7e]
Plotino entiende que el filósofo "habla por medio de símiles, sin preocuparse de clarificar su significado, quizá porque, en su opinión, debemos buscar en nosotros mismos, como él había buscado". [6] Asimismo, hallamos cierta relación con los estoicos, que identifican el Logos con el poder que crea y unifica todo lo que hay; también con la escuela pitagórica, pues Heráclito emplea el concepto armonía con cierta analogía a como lo hace Pitágoras en su relación armónica del universo con las esferas musicales.
Tanto estoicos como cristianos -protocristianos- deformaron al efesio en beneficio de sus propios idearios, cargando unos el Logos de reminiscencias evangélicas, y adecuando otros el Fuego a su noción de ekpirosis o destrucción y regeneración periódica del mundo, eje de la cosmología estoica. [6]
Menciono, además, lo que "debe ser una deliberada corrección a la sentencia de Anaximandro", cuando Heráclito dice que "La guerra [...] a unos muestra como dioses y a otros como hombres, a unos los hace esclavos y a otros libres." (Fr. 53, Hipólito, Ref. IX 9, 4.); frente a la concepción de Anaximandro en la que, por la injusticia, las cosas se pagan por mutua retribución, para nuestro autor, si la discordia cesara, el vencedor dominaría permanentemente. [7g] De Jenófanes pudo tomar el panteísmo, que le hace percibir en todas partes lo divino. Heráclito, por su parte, suscitó en Sócrates el siguiente comentario: "Lo que he entendido es elevado, y elevado también parece lo que no entendí. Pero para descifrarlo todo habría que ser un buzo de Delos." [5] (Delos es una de las islas de las Cícladas, antiguamente considerada lugar sagrado.)
Con Heráclito aparece una idea que se repetirá muchas veces a lo largo de la historia de la filosofía: el orden real coincide con el de la razón; una misma ley o razón rige al mundo y a la mente humana. [1]
Exposición de su pensamiento [7f]
(En la tarea de seleccionar las ideas fundamentales del filósofo, he respetado la división establecida por Kirk a la hora de explicar el pensamiento de Heráclito al considerar cada una como núcleo conceptual.)
"Los hombres deberían tratar de comprender la coherencia subyacente a las cosas; está expresada en el Logos, la fórmula o elemento de ordenación de todas ellas." Con esta disposición de acuerdo con un plan común o medida (donde identificamos el Logos), Heráclito viene a decirnos que todas las cosas -aunque plurales en apariencia y totalmente discretas- están, en realidad, unidas en un complejo coherente. El Logos también es, en muchos aspectos, coextensivo del fuego, el constitutivo cósmico primario.
Heráclito describe la oposición de los contrarios; opuestos sobre los que el Logos ejerce su unidad. todos ellos coexistentes, conexos y enlazados; de lo que se extrae que nunca hay una división absoluta de opuesto. Ejemplo de la oposición de contrarios son: agua potable y agua deletérea; camino arriba y abajo; enfermedad y salud, hambre y hartura, cansancio y descanso, vida y muerte, velar y dormir, juventud y vejez;...
"De todas las cosas se forma una unidad"; así, todo cambio puede considerarse como el que tiene lugar entre opuestos. "Dios es día-noche, invierno-verano, guerra-paz, hartura-hambre (todos los opuestos, ese es su significado); cambia como el fuego, al que, cuando se mezcla con perfumes, se denomina de acuerdo con la fragancia de cada uno de ellos." (Fr. 67, Hipólito, Ref. IX 10, 8). A esta pluralidad total de las cosas -que forma un complejo singular, coherente- Heráclito la llamó "unidad". Parece, pues, que consideró a "dios" como inmanente a todas las cosas (divinidad en todas las cosas). El Logos, que no puede distinguirse en este sentido de Dios, es por tanto el constitutivo de las cosas que las hace opuestas, garantizando el cambio entre los opuestos.
Así pues, queda alumbrada la unidad de las cosas, identificada con una armonía -más intensa la invisible que la visible-; una conexión que se aplica a la acción del mundo como un todo. Por tanto, cualquier par de opuestos puede considerarse bien en términos de extremos separados, bien como que tiende a formar una unidad consigo mismo, todo conectado a través de tensiones opuestas, "como en el arco y en la lira".
Este equilibrio total del cosmos se fundamenta en una incesante "discordia" entre opuestos (cambio en ambas direcciones). Esta discordia, cambio o guerra es "común", universal y la responsable de las condiciones diferentes y opuestas de los hombres (y de todas las cosas).
Para recalcar la absoluta continuidad del cambio (todo está en flujo continuo), Heráclito trae la imagen del río. Puede entenderse un río como un complejo entero -como el mundo-, que puede permanecer "el mismo", mientras que sus constitutivos están en constante cambio. De esta forma, el río representaría el equilibrio de los elementos en el mundo.
Parafraseando a Heráclito (Fr. 30, Clemente, Strom. V 104 I), "el cosmos no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino que siempre fue, es y será fuego eterno". El fuego es la forma arquetípica de la materia -el arjé-, pero no como lo entendían Tales o Anaxímenes, sino como la fuente continua de los procesos naturales, personificando así la regla de la medida (regularidad) en el cambio inherente al proceso del mundo (expresada en el Logos). Al fuego se le concibe, por tanto, como el constitutivo mismo de las cosas, de estructura activa y, más allá, una suerte de motor de los procesos cosmológicos.
En lo que se refiere al concepto de sabiduría, para Heráclito consiste en entender ("con juicio verdadero") cómo actúa el mundo, el modo en que opera ("cómo todas las cosas son gobernadas a través de todas las cosas"). Es preciso tener en cuenta, no obstante, que "una sola cosa, la única verdaderamente sabia, quiere y no quiere que se la denomine Zeus", de lo que se infiere una identificación de Dios con una absoluta inteligencia -sabiduría-.
Respecto al concepto de alma, esta está hecha de éter ígneo -de fuego- y su estructura está relacionada tanto con el cuerpo como con el mundo en su totalidad. El alma seca, para Heráclito, es sabia y buena; es, así, una porción representativa del fuego cósmico, con una profundidad tal que sus límites son inalcanzables. Por otro lado, nace de la humedad y en ella se convierte (en su muerte).
El alma y su grado de ignición están correlacionados con la vigilia, el sueño y la muerte: siguiendo a Sexto, en el estado de vigilia, la conexión alma-fuego cósmico exterior (lo "circundante") se da a través de los sentidos (por contacto directo), mientras que el sueño (durante el cual los canales de recepción están cerrados y el alma está parcialmente separada del mundo-fuego) es un estado intermedio entre la vida de vigilia y la muerte. Podía decirse que en la conexión de la parte activa (ígnea) del alma con el Logos ígneo se daría la aprehensión de este último.
Para las almas, como he dicho, es muerte convertirse en agua, al perder su esencia ígnea. Ahora bien, no todas las almas obtienen las mismas "asignaciones", "las almas muertas en combate son más puras que (las) que perecen de enfermedades".
Con todo, no resulta extraño entender la ridiculización del antropomorfismo e idolatría de la religión que conlleva su concepción de la religión convencional, cuyas prácticas considera necias e ilógicas, si bien es cierto que, en ocasiones, apuntan accidentalmente hacia la verdad (pueden conducir a la aprehensión del Logos; no rechaza, pues, toda idea de divinidad). Según Heráclito (en el Fr. 15, Clemente, Protréptico 34), Hades y Dioniso son lo mismo, considerándolos de esta manera opuestos conexos cuya unidad se manifiesta por señales.
En una teoría física o cosmológica -physis o naturaleza- como en la hemos indagado tiene cabida, consecuentemente, una ética coherente. Resulta significativo el carácter gnómico de sus consejos -de gnómos o ley- en los que acentúa la importancia del autoconocimiento y de la moderación.
Recapitulación
Heráclito afirma la existencia de una coherencia subyacente a las cosas que constituye una unidad conexionada. Esta armonía está regida por y es posible gracias al Logos, que no es sino el elemento (medida, proporción, plan) de ordenación de todas (las cosas) en un complejo coherente unido. Es, asimismo, coextensivo del fuego -entendido como la fuente continua de los procesos naturales-, el cual encarna el cambio inherente al mundo, representando así la estructura activa tanto del alma como del cosmos, conexionados ambos -la parte ígnea del alma y el fuego exterior (cósmico, circundante)- en la aprehensión del Logos. Por su parte, el alma, cuyos límites son inalcanzables, es para Heráclito más sabia cuanto más seca (ígnea) sea, en oposición a la humedad, de la que nace y a la que retornará.
La unidad de todas las cosas descrita, de otra parte, y análogamente a un río, se fundamenta en el flujo constante de los elementos. En concreto, este cambio, discordia o guerra entre opuestos se da por la oposición de contrarios conectados a través de tensiones opuestas; cualquier par de opuestos, pues, puede considerarse como extremos separados o como tendentes a formar una unidad, buscando el equilibrio de los elementos en el mundo.
Epílogo
Tras enfrentar directamente los fragmentos de Heráclito, además de los comentarios realizados por autores como Gallero y Eugenio, queda claro que el efesio, además de filósofo, es un poeta -si bien descartó el verso como vehículo de reflexión (quizás por la antipatía que le inspiraban los aedos populares y sus mitos), no se desprendió del lenguaje poético (repleto de metáforas, alegorías, retruécanos, aliteraciones, antibologías,... [6]
Oscuro y con apotegmas enigmáticos de una parte -debido en parte a las dificultades de interpretación y a los escasos fragmentos conservados-, de otra, Heráclito nos ofrece una explicación sistemática a prácticamente todos los aspectos del mundo; una explicación que podría resumirse en la siguiente frase de I. Newton: "La unidad es la variedad, y la variedad en la unidad es la ley suprema del universo". Con todo, "a pesar de la gran oscuridad e incertidumbre en la interpretación, es evidente que su pensamiento tuvo una unidad comprehensiva".
Recomiendo la lectura de los fragmentos expuestos en la primera parte de la obra de Gallero y López (cf. Bibliografía), presentados en forma de poemas (uno por página), si bien no superficialmente, sino a través de una aproximación pausada y reflexiva de los mismos, releyéndolos, buscando en uno mismo -como hizo Heráclito-, perdiéndose -y encontrándose- en sus conceptos. Recurriendo a la frase de Luis A. de Cuenca, al que parafraseo, el influjo de Heráclito nos lleva a convertirlo en algo propio, surgido de nuestras entretelas, manipulado en nuestro taller.
"Casi nada sabemos de su vida, apenas comprendemos sus palabras y, sin embargo, ningún otro filósofo ha dado tanto que pensar con tan parco discurso. Parco, pero tan misteriosamente urdido, que nunca podremos sumergirnos dos veces en el mismo enunciado de Heráclito." [6]
Bibliografía
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en <http://www.paginasobrefilosofia.com/html/bachi2/presocraticos/apuntes%20presocraticos/Heraclito/heracli.html>].
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Heráclito
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<http://www.sapiens.ya.com/enkaipan/Dossier_presocraticos__Heraclito.pdf?rnd=1163805293869>].
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«Heráclito
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Los
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<http://www.heraclito.org/heraclitodeefeso.htm>].
[5]:
FOUCE,
J.M.:
Vida
y
obras
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Heráclito
[Recurso
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edición
digital
en
<http://www.webdianoia.com/presocrat/heraclito.htm>].
[6]:
GALLERO,
J.L.
y
LÓPEZ,
C.E.:
Heráclito:
fragmentos
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interpretaciones.
[6b:
«Prólogo»
de
L.A.
de
Cuenca
en
[6].]
[7]:
KIRK,
G.S.,
RAVEN,
J.E.
y
SCHOFIELD,
M.
(1970):
Los
filósofos
presocráticos.
Historia
crítica
con
selección
de
textos.
[7a:
pp.
19-25;
7b:
pág.
109;
7c:
pp.
246-247;
7d:
pp.
248-249;
7e:
pp.
250-251.;
7f:
pp. 251 a 285;
7g:
pág.
261.]
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